viernes, 29 de febrero de 2008

Día 18 - Otra de Oscar P. , o ¿cuán cerca estuvimos de la verdad?

Testigo: Nora Apablazza Britos.
Habitante de Añelo. Sufre de diferentes síntomas, producto de la contaminación de aguas por metales pesados en la localidad de Añelo.

Conoció a Ana Zerdán, llegaron a ella por medio de la dueña de la farmacia “Don Bosco” (allí compraban los medicamentos), cita en Cipolletti. Esto sucedió luego que recorrieran todo la ciudad de Neuquén buscando infructuosamente que les hicieran los análisis en algún laboratorio de ésta ciudad. La primera vez que vio a Ana, la notó como una mujer “muy enérgica, muy segura”, en esa oportunidad la doctora Zerdán le extrajo sangre, en la segunda oportunidad que la testigo acudió al laboratorio Ana le entregó los análisis y le dijo que tenía cáncer a los huesos y se lo ratificó.
En la tercera y última vez que la vio, Ana le dijo que con un tratamiento quizás podría sobrellevar el problema, pero en ésta ocasión, al contrario de las anteriores visitas, percibió que Ana estaba asustada, más apagada. Y le expresó:”Nora, lamentablemente éstos análisis no los puedo seguir haciendo” En ésta tercera oportunidad, su marido Leopoldo Araneda, fue atendido por Roberto de la Vega. Luego del 18 de septiembre la testigo se sintió muy mal, ya que ella cree que si no le hubiese llevado los análisis Ana no habría sido asesinada.
Tiempo después, realizó los análisis en laboratorios Lacyb, de la misma ciudad. Lugar donde sucedió el triple crimen en el que murieron tres mujeres. La testigo presentó los análisis de agua, estudios de sangre, con los cuales corrobora sus dichos.
En agosto de 1999 sufrió un altercado que describió así: ”Un día no teníamos remedios, entonces Araneda salió a comprarlos. Yo me quedé sola. En ese momento golpearon la puerta, yo entreabrí la misma, afuera había dos hombres (uno vestido de gris y el otro de marrón), me preguntaron por Araneda y les dije que no estaba, entonces preguntaron por mí y me dijeron:” ¡Hija de puta!, danos los análisis, ya hicieron mucho quilombo con todo eso”, entonces empujaron la puerta y yo alcancé a cerrar. Y le dijeron desde el otro lado:”Ya arreglé con su abogaducho, dígale a Araneda”. Luego de esto llamaron a su abogado patrocinante, Leandro Segovia, quien les dijo que al otro día irían a la fiscalía.
Sobre el final de la declaración Nora se quebró, lloró y pidió descarnadamente que el tribunal que atiende este juicio le diera el beneficio de una inyección letal, pues dijo que ya no es vida la que lleva, postrada hace más de diez años, y en continua degeneración de su cuerpo, la señora Apablazza cedió a la desesperación en que se sume su vida.

Párrafo aparte merece la conducta de ese indeseable ser humano que es Oscar P.

Mientras la señora Apablazza puso a disposición de todos nosotros su testimonio para ilustrar un poco más la vida de Ana Zerdán, el abogado querellante se dirigió a la mesa desde la cual los tres jueces que conforman la cámara dirigen este debate. Sobre ella se encuentran todas las fojas de éste caso. Se entiende que se tardara un par de minutos en encontrar algo que necesitara, pero pasarse más de 10 minutos parado ahí fue un despropósito tal, que el presidente del tribunal le tuvo que llamar la atención debido a la falta de respeto que el susodicho estaba teniendo con una testigo que había hecho el esfuerzo de trasladarse desde la ciudad de Añelo. Cabe aclarar que Nora Apablazza está postrada y fue trasladada en silla de ruedas hasta la sala de debate. Pero detrás de ésta falta de respeto se esconde otra causa. Sin que nadie lo notara el leguleyo se ubicó de manera tal que la cámara con la cual se han filmado todas las audiencias, no tuviera la visión correspondiente en el momento del alegato de la señora Apablazza. ¿Con qué motivo hizo esto? El episodio que les narré me ha hecho pensar cuán cerca quizás hemos estado el viernes 29 de febrero de conocer las verdaderas razones del asesinato de Ana Zerdán.

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