viernes, 29 de febrero de 2008

Día 18

Testigo: Julia Pilquimán.
Empleada doméstica en casa de Ana Zerdán

Trabajaba en casa de Ana desde 1992. Por la tarde desempeñaba su labor en la casa de Roberto de la Vega. Actualmente lo sigue haciendo. De hecho fue acompañada por el hijo mayor del ex socio de Ana.

En su primera declaración del 21 de septiembre de 1999 dijo que la relación de pareja era buena, definiciones que cambia completamente en sus posteriores testimoniales. Cuenta que el 17 de septiembre almorzó con Ana y mi padre, quienes ese día pelearon. Dice que mi padre le dijo a Ana:” uno de éstos días te voy a hacer cagar”, a lo que Ana le respondió “Juan, vos siempre hablando boludeces (epíteto que luego cambió por pelotudeces)”, y luego del almuerzo Ana se habría ido a caminar como casi todos los días. También aclaró que mi padre siempre le decía esto en broma, pero que esa vez lo habría dicho enojado o “en serio”.

Durante la declaración de ésta testigo, el presidente de la cámara, Baquero Lazcano, tiene una discusión con el abogado querellante, al cual le expresó: ”Es imposible trabajar con usted en ésta condiciones”.

El vocal Gutiérrez Elcaraz tomó como ejemplo éste episodio para explicar a la testigo la diferencia entre decir algo “en serio” o “enojado”. Pilquimán entendió que la reciente discusión de los letrados era sólo un enojo, y que de la misma manera Juan Carlos Aguirre se habría expresado con respecto a lo anteriormente mencionado, lo cual modifica sustancialmente lo dicho por la testigo en anteriores declaraciones.

La llave del Ford Fiesta, o el episodio con guión digno de Woody Allen.

En su declaración del día 28/9/1999 la testigo dijo que no sabía cuantas llaves había del auto de Ana, pero luego de ésta, y en sus posteriores testimoniales, incluida su comparecencia en el día de hoy, se sucedieron un sinfín de inconsistencias, dichos y contradichos.
En la siguiente declaración dijo que existía una llave original (se lo distinguía por una mueca) y dos copias (amabas tenían un agujerito), se le pidió que hiciera un dibujo de las mismas, a lo que dijo que no sabía hacerlo, por lo cual y en base a su descripción, un policía habría hecho los gráficos que constan en la causa (en ésta ocasión tampoco le exhibieron la llave). También dijo que la copia estaba en una latita azul con 2 patitos en la mesita de la cocina.
El día de hoy pasó al escritorio del tribunal para identificar la llave, y dudo. El abogado querellante “la apretó” de palabra para que identificara la llave.
Ahora bien, luego relató un singular episodio. Cada vez que llegaban chicos a pedir dinero a la casa, Ana los hacía pasar, y dependiendo de la hora, les daba desayuno o almuerzo. En una ocasión en que Julia estaba de vacaciones, éstos niños tomaron el original de la llave del auto de Ana y al otro día se la devolvieron. La doctora Zerdán le habría comentado a la testigo que debido a eso tuvo que hacer ese mismo día 2 copias. Considerando que la testigo sostiene que solo existía el original, ¿Cómo fue posible hacer tales copias?.
Ana compró el auto 0 kilómetro, entregado en la agencia, como bien dijo el presidente de la cámara, en éstos casos siempre se entregan por lo menos 2 juegos de llaves, sin embargo Pilquimán dijo que Ana siempre tuvo una sola llave, aunque al ser repreguntada acerca de esa afirmación dijo “no recuerdo”.

Otras acotaciones al respecto:

-No recuerda si limpió la mesita el día después de la muerte de Ana.
-Dijo que Ana tenía la llave del auto junto a la del portón del garage, y que estaban acompañadas de una medallita. Además agregó que la llave de la puerta principal tenía un llavero, aunque no pudo precisar si éste era del colegio de bioquímicos.

Un par de semanas antes del crimen de Ana quien escribe y Juan Carlos Aguirre habrían discutido. Según la testigo yo entré en la casa de Ana, le tiré el diario a mi padre y le pegué una trompada. Según Pilquimán nosotros no nos queríamos y siempre estábamos discutiendo, según ella por el uso del auto de mi padre. Al ser interrogada por el abogado defensor, Jorge Larrea, dijo que en realidad no vio la trompada, sino que la oyó. Luego de ésta situación yo no habría regresado a la casa. ¿Entonces?

Contó que el 17 fui a verla en la tarde a casa de Roberto para lavar ropa.
Llega el sábado 18 de septiembre de 1999 a las 8-8.30 de la mañana. En el lugar se encontraban la policía y la esposa de Roberto de la Vega. En ese momento no pudo entrar en la casa. Volvió a las 14 horas y me encontró a mí.
La cama matrimonial estaba parcialmente tendida (“semihecha”), y el pijama de mi padre doblado sobre un murito cercano a la cama. Esa tarde yo me cambié de ropas, pero ella no notó nada raro en mis prendas.
Luego del asesinato yo me mudé en forma itinerante (no llevé muchas prendas), a la casa de Ana, y seguimos comiendo mi padre, yo y la testigo. A la hora del almuerzo nos acordábamos de Ana, pero salvo ese momento “seguíamos igual que siempre”, dijo la testigo.
También dijo que yo no trabajaba, pero tras la pregunta del doctor Larrea dijo que hacía unos años que yo no vivía en la casa de Zerdán.
Por lo tanto, si yo no vivía allí,¿Cómo podía afirmar que yo no hacía nada?

Cuando llegó a trabajar a la casa en 1992, Juan Carlos Aguirre poseía auto propio. Según ella en los últimos tiempos tanto las economías de Ana como mi padre no andaban muy bien.

Con respecto a esa pantomima llamada allanamiento que se efectuó el 29 de diciembre del 2000 (es decir, al día siguiente de nuestra primera detención), dijo:
-Graciela Moll la fue a buscar a la casa junto a Roberto de la Vega, para que abriera la puerta, pero cuando llegaron ya había policías dentro.
-Buscaban zapatillas o zapatos. Encontraron en la vereda del domicilio un reloj tirado.

Sin embargo, y a pesar de tanta memoria, no recordó donde firmó el acta, ni si la escribieron a máquina, ni siquiera si se la leyeron.
“De eso no me acuerdo nada”

Como con otros, yo considero que sobre ésta testigo se ejerció una suerte de “adoctrinamiento”, a fines de seguir rumbeando la causa hacia nuestro lado, tratando de socavar nuestras coartadas y mantenernos en el ojo del huracán impregnándolo de dudas. De todas maneras, la forma y el método “educativo” que se desarrolló tanto en Julia como en otros testigos, roza lo chabacano. Pareciera que algunos creen que tanto jueces, como público en general, se comen la galletita de la credulidad todos los días. Que un juicio de valor repetido hasta el hartazgo por unos cuantos personajes disfrazados de ciudadanos respetables, puede erigirse como plan de desestabilización al punto de decidir un dictamen jurídico.
Nunca trabajé en el campo, pero algunos peones que conocí me dijeron que una hacienda no puede ser llevada adelante sin un buen capataz.

Testigo: Leopoldo Max Araneda.
Técnico Mecánico. Habitante de Añelo.

Ante todo pidió “que se sepa la verdad”
Aproximadamente en el año 1998 conoce a Ana “de casualidad” (por medio de la dueña de la farmacia “Don Bosco”) Hasta entonces había visitado muchos laboratorios de la zona, pero en todos le negaron la posibilidad de hacerse análisis, en la mayoría adujeron que llevar adelante tales estudios “era muy peligroso”.
Luego que Ana les hiciera los análisis (agosto de 1998) y estos dieran como resultado, tras la confirmación con laboratorios IACA de Bahía Blanca, un alto grado de metales pesados en su sangre y la de su mujer, Nora Apablazza, el señor Araneda decidió aunar fuerzas con otros habitantes de la localidad para que todos aquellos que pudiesen se hicieran los mismos análisis. Roberto de la Vega se ocupó de hace la extracción de sangre de los hombres y Ana Zerdán de las mujeres.
En el caso de Miguel Rocha, a quien De la Vega le hizo la extracción, fue Ana quien le entregó el análisis, el cual arrojó 35 microgramos de plomo en la sangre.
A los 10 días de recibidos los resultados, Araneda se comunicó con el laboratorio, pero para su pesar Roberto de la Vega le informó que no habrían podido hacerse más ya que la sangre se había “paralizado”.
4 o 5 días después habló con la doctora Zerdán quien le dijo:”Araneda, por favor no me traiga más análisis, no puedo hacerlos más, me tienen mal”
“Yo la noté asustada a Ana Zerdán, estaba aterrorizada”
Más allá de los análisis, Araneda avanzó en sus investigaciones.
En 2005 el INTI realizó análisis del agua en el pueblo de Añelo, pero el testigo denunció que ese estudio se hizo tomando agua que anteriormente habían traído de otro lugar en un camión cisterna.
Además, tanto en su casa como otras, se encontraron restos de petróleo. En su propio hogar los resultados arrojaron un nivel de contaminación 15 veces mayor a lo tolerable (octubre 2005).
El análisis del Epas tampoco pudo ser muy efectivo, ya que no contó con espectrómetro hasta el año 1998. Y no hubo hasta el año 2000 que supiera manejarlo.


Testigo: Felipe Araneda Soto.

Empleado administrativo.

Amigo de quien escribe en los años 96-97. Estudiábamos licenciatura en turismo en la ciudad de Neuquén. Nunca hablamos de lo que paso con Ana.

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