(Dice Manuel, autor de esta foto: Dos inocentes en manos de la inercia burocrática de la justicia. Personas convertidas en trámites, absueltas o condenadas según dicte el oscuro entramado de los intereses políticos. Un simulacro absurdo. 17 años de impunidad y castigo injusto.)
Padre es un hombre tranquilo, de gustos simples, fideos con manteca y queso, pollo con tomate y lechuga; siempre un cafecito y la lectura de algún diario. Y ahí va este setentón, circulando la calle cipoleña, desafiando a aquel que juzga con el que dirán, fuente inestimable de mentiras públicas sólo avaladas por opinólogos de turno; él es el viejo Aguirre, el que nunca se fue de la ciudad porque nunca ocultó nada.
El vividor, el adúltero y el no sé cuanto, fueron epítetos que masticó en solitario, y esperó años hasta ser absuelto en el primer juicio para levantar la vista, aguardando que aquellos ramplones acusadores del boca en boca, tuvieran que acallar críticas y vivir y dejar morir. Pero fue entonces que empezó el verdadero mamarracho (2009 sentencia del tribunal superior de justicia de río negro) y entonces el dedo acusador lo empujó a la tristeza de un deja vú cierto, con expectativas de segundo juicio y todo.
Pero ni así el hombre se fue de la capital nacional del femicidio. Y estos últimos 7 años han sido los que mas lo erosionaron, pues hasta entonces supimos jugar la chanchada legal y creímos que el límite de esta injusticia era nuestra absolución...sin embargo... y entonces empezó la caída libre en su salud, donde surfeó dos terapias intensivas en las que parecía irse, pero salió de ellas y acá sigue, renovándole la mirada al día a día.
El año pasado, después de años sin hablar, debido a la malversación de información a la que fuimos sometidos por parte de la mayoría de los medios, mi padre concedió una entrevista a Juan Cruz García, objetivo y notable reportero del Diario Río Negro, quien años atrás, junto a Sebastián Busader, retomaron el grotesco hilo argumental del asesinato de Ana Zerdán. Aquí un fragmento de ese diálogo:
–¿Cómo la recuerda?
–Era una mujer muy especial y siempre iba al frente. Tenía un hogar muy humilde en Salta. Era buena mujer y de la nada llegó a ser bioquímica. Ambiciosa. Se buscó las mejores amistades acá y también vivía para los pobres....
–¿Por qué habla ahora?
–Lo hago por Juan Manuel. Fui ingenuo. Creí en la Justicia y me demostró lo contrario. Al principio no nombré abogados porque no tenía nada de que defenderme. Y mis amigos policías me decían 'Juanca, buscá a un abogado, te están investigando'.
–¿Tiene miedo de volver a la cárcel?
–No tengo miedo porque no tienen nada en nuestra contra. No somos culpables. Buscaron durante un año y pico, me seguían, lo seguían a Juan Manuel. Pero nunca encontraron nada.
–¿Cuál es su hipótesis?
–No me lo saca de la cabeza nadie: fue un sicario. No robaron nada y el caso es igual a las otras muertes: la masacre del laboratorio y la de Diana del Frari. Creo que fue por la investigación que hacía Ana, que me enteré después. Desde 1998 hacía estudios sobre muestras de sangre tomadas a los habitantes de Añelo y del El Chañar. Allí el agua podría estar contaminada por metales pesados derivados del petróleo.
Pido que lo dejen en paz, pido que nos dejen de boludear pido demasiado dentro de un país bipolar, pues pido la delgada línea que une al que puede decidir del que tiene que acatar; entonces le hago saber al burocraje que de aquí no nos moverán, pues la Verdad es el mejor de los castillos en el que dos hombres libres pueden vivir puros.
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