domingo, 13 de julio de 2014

Cipolletti, capital nacional del Perejil

Estoy aquí, en el ojo de la tormenta. Tiene Cipolletti el triste destino de secundar a Ciudad Juárez (México, frontera con Estados Unidos) en la brutal matanza de montones de mujeres; crímenes que en su mayoría, como el de Ana Zerdán, nunca han sido resueltos.
Como en muchos lugares la opinión pública necesita calmar sus ansias de stop a la violencia, y la garantía que alguien siempre pague por estos crímenes (sea o no culpable) garantiza el sueño de los inconscientes.
Negar estos hechos usando como única arma la "justicia" a toda costa como pedido popular es el mismo yerro que se comete al no aceptar un fallo jurídico inapelable. Ya se hizo con David Sandoval, ya se ha buscado hacer con Juan Carlos Aguirre y quien suscribe, y ya se intentará y se ha intentado con un montón de perejiles mas, y sabemos, eso no cambiará.









La misma violencia que mata suele ser la misma violencia que condena, pues las ansias de sentirnos "seguros" nunca terminan por calmarse, y generalmente no alcanzan su cenit con rejas, perros bravos, alarmas, barrios privados y guardias de seguridad, pues siempre es necesario "algo más", algo que nos encandile como el cartelito vigilante que reza: "sonría, lo estamos filmando"
¿Sonreirá acaso el que entre a robar aún estando esa cámara?
¿Dejará de de sonreír aquel que nunca cometería tal delito frente al mismo sistema de vigilancia?

Hace algunos años escribí en esta misma página que las sociedades suelen contentarse con encontrar culpables de los hechos delictivos, pero no necesariamente con encontrar a "los culpables" de esos mismos hechos; lo cual termina por conformar ese extraño y hortaliza adjetivo peyorativo en que se ha transformado la palabra Perejil. Y lo sé porque hablo con la experiencia del que conoce su trabajo; 15 años de antigüedad me avalan.

Días atrás un periodista me preguntaba que enseñanzas me habían dejado todos estos años desde la maldita y violenta muerte de Ana; debo decirte Sebastián que aún las enseñanzas siguen siendo múltiples y las respuestas otro tanto, pero respondiéndote nuevamente, puedo decir que todo esto me ha brindado el desapego. En todo este tiempo la vida me ha llevado, entre tanta mierda, a ser un mas intenso observador, a la inquisición de los ideales que se vislumbran como toda norma social, a los impedimentos que nos exigen que seamos otros y no nosotros, ahí está como muestra el "no te hagas el otro"; pero ser uno, o al menos uno de los tantos yo que cada ser porta dentro de sí, es maxime dífícil si consideramos que la vida exterior nos acapara, que la ropa que portamos vale mas ( y no sólo en términos monetarios) que la propia palabra. ¿Acaso hay alguien que diga" Yo soy" y no acompañe esas palabras con un : basurero, odontólogo, estudiante, borrachín, juglar, ingeniero en sistemas, químico nuclear, futbolista, etc?...y que cada uno marque aquella ocupación que sienta propia

Es aquí en Cipolletti donde me encontró y forzó mi trabajo mas añejo, y a juzgar por los años transcurridos puedo decir que ostento el Doctorado en tal cosa. En una ciudad donde el asesinato de mujeres se ha vuelto norma y no excepción, la exposición me ha levantado de los pelos hacia la cumbre del triste protagonismo fatalista. La demagogia de las masas pide el regreso constante de la vieja tradición de caza de brujas; y mientras tanto, cuando aún conocemos quienes son los sucios poderosos que nos revuelcan a nosotros- el ciudadano común- el regodeo persiste.
Es entonces se enarbola la bandera que juzga en la palabra, pero sin hechos ni pruebas, haciendo que la sangre llegue al río para mejor baño de aquel que ama emitir juicios sin siquiera haberse sentado a estudiar la cuestión que lo lleva a tales veredictos; pero Karma muchachos, que tal cosa puede alcanzarnos a cualquiera de nosotros, pues al que escupe hacia arriba, tarde o temprano le acontece el propio gargajo.



Desde hace 15 años una huella digital hallada en el laboratorio de Ana Zerdán, junto al tipo de nudos con que la amarraron, son las únicas certezas que tiene esta "compleja causa". Con esa misma huella se incriminó a mi padre y luego de 8 años de espera, el 6 de febrero de 2008 (en la primera audiencia del juicio en el que fuimos absueltos) en donde se comprobó que tal huella no pertenecía a Juan Carlos Aguirre, la misma quedó sin ser identificada. Aún cuando varios peritos pidieron se remita a las diferentes policías provinciales del país, aún cuando la cámara segunda las remitió para tal comparación con las bases de datos de dichos organismos, aún a pesar de eso, esta huella no ha podido ser identificada. 6 años han pasado.
Lo curioso es que en ningún momento los abogados querellantes mostraron preocupación alguna en dilucidar tal cosa, como así tampoco se interesó el primer fiscal de la causa, un tal Maggi. Tampoco se interesaron por ella muchos de los "amigos" de Ana, esos mismos que en juicio se desvivieron por comprobar lo equivocado: la supuesta autoría del crimen a manos de mi padre y yo; y sin embargo ahí está, la huella del posible y real asesino de Ana Zerdán.
Esto me lleva a creer, desde hace mucho tiempo, que somos muy pocos los que realmente queremos saber quien mató a Ana, y muchos menos aún los que estamos dispuestos a dar nuestro tiempo y mente a dilucidar tal cosa.
Como dijo Juan Carlos Aguirre ante los medios el 13 de mayo del 2008 en la última audiencia del juicio y luego de ser declarados inocentes del crimen de nuestra querida bioquímica salteña:
                                                                                                                             "Hubo justicia para nosotros pero aún no hay justicia para Ana, y ella todavía no descansa en paz"





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